Un refugio a la hora de comer

Cuando me estreso, uno de los lugares a los que me encanta escaparme es un restaurante indio situado a dos manzanas de mi edificio de trabajo. En primer lugar, es un lugar discreto. No hay luces brillantes ni intermitentes en la entrada ni carteles en el escaparate. No tiene nada más que un cartel colgado junto a la puerta con el nombre escrito. Si no supieras que está ahí, lo más probable es que pasaras de largo.

Para entrar, hay que hacer fuerza empujando la puerta. Cuando entras, lo primero que notas es lo humilde y pequeño que es el interior. Las paredes son grises. Hay pocas mesas y sillas dispuestas en fila. A diferencia de la mayoría de los restaurantes y locales típicos de esta zona, que se esfuerzan por crear un ambiente estimulante y llamativo, éste es un lugar que se centra en lo que importa: preparar buena comida. Por eso siempre está lleno de gente a la hora de comer. Siempre ha sido un lugar de confianza que me permite comprar batidos de mango y especialidades para el almuerzo a un precio razonable, y me hace muy feliz trabajar cerca de él.