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Student123

May 18, 2024

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“No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Estaremos ciegos si no pudiéramos ver lo que existe enfrente de nuestros ojos. Como un espejo que nos miente, pero solamente de un lado, nuestra perspectiva tergiversa la realidad.

Tenemos la capacidad de aceptar lo que no queremos ver aunque la realidad sea desconocida. Por ejemplo, un hijo que no quiere limpiar su propio cuarto puede fingir la ignorancia en vez de aceptar la responsabilidad. Igualmente, un cirujano puede ocultar la complicación de un paciente a través de culpar la enfermera. No obstante, mentir a los demás es lo mismo mentir a nosotros mismos. Por ejemplo, una esposa con problemas con su pareja puede rechazar la realidad, ignorando una traición para mantener una fachada. Es importante que podamos reconocer las causas subyacentes de nuestra ceguera para liberarnos de las cadenas del desconocimiento.

Por otro lado, la capacidad de aceptar una realidad ambigua nos protege cuando no tenemos la habilidad de enfrentar lo que realmente existe. Por ejemplo, una niña que pierde a sus padres puede hablar con ellos hasta que pueda enfrentar su permanente ausencia. Asimismo, las rehenes de una guerra puede fomentar amistades con sus capturas en vez de aceptar sus circunstancias, protegiendo su mente en un capullo. Podemos liberarnos de la jaula de nuestras circunstancias cuando carecemos de la fuerza de voluntad para aceptar lo que no podemos controlar.

Como un arma de doble filo, nuestra ceguera nos permite disimular nuestras emociones. Aunque nuestras debilidades no nos hacen débiles, sino humanos. Cuando encontramos la fuerza para confrontar la realidad y nos quitamos las gafas de color rosa, encontramos la tranquilidad de la verdad absoluta.

Corrections

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”.


“No hay peor ciego que el que no quiere ver”.


Estaremos ciegos si no pudiéramos ver lo que existe enfrente de nuestros ojos.


Como un espejo que nos miente, pero solamente de un lado, nuestra perspectiva tergiversa la realidad.


Tenemos la capacidad de aceptar lo que no queremos ver aunque la realidad sea desconocida.


Por ejemplo, un hijo que no quiere limpiar su propio cuarto puede fingir la ignorancia en vez de aceptar la responsabilidad.


Igualmente, un cirujano puede ocultar la complicación de un paciente a través de culpar la enfermera.


No obstante, mentir a los demás es lo mismo mentir a nosotros mismos.


Por ejemplo, una esposa con problemas con su pareja puede rechazar la realidad, ignorando una traición para mantener una fachada.


Es importante que podamos reconocer las causas subyacentes de nuestra ceguera para liberarnos de las cadenas del desconocimiento.


Por otro lado, la capacidad de aceptar una realidad ambigua nos protege cuando no tenemos la habilidad de enfrentar lo que realmente existe.


Por ejemplo, una niña que pierde a sus padres puede hablar con ellos hasta que pueda enfrentar su permanente ausencia.


Asimismo, las rehenes de una guerra puede fomentar amistades con sus capturas en vez de aceptar sus circunstancias, protegiendo su mente en un capullo.


Podemos liberarnos de la jaula de nuestras circunstancias cuando carecemos de la fuerza de voluntad para aceptar lo que no podemos controlar.


Como un arma de doble filo, nuestra ceguera nos permite disimular nuestras emociones.


Aunque nuestras debilidades no nos hacen débiles, sino humanos.


Cuando encontramos la fuerza para confrontar la realidad y nos quitamos las gafas de color rosa, encontramos la tranquilidad de la verdad absoluta.


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