Pienso que elo más importante que la vida me ha ensenãdo es que nunca se debe vender su alma al diablo — metafóricamente, por supuesto, aunque hacerlo literalmente tampoco no me parece una buena idea, si creen en esto.

Hay tantos que abandonan las cosas más preciosas en la vida (su libertad de pensamiento, su dignidad o su alegría) paraor un poquito de dinero, de poder, o para elde reconocimiento social por parte de gente que se lales chupa un huevo de ellos, como jefes o «amigos» que solo quieren explotarlos.

Tiran a la basura sus valores y su honestidad para espejismoen busca de meras ilusiones, y cuando se dan cuenta que el pacto fáustico es un mal negocio, ya es demasiado tarde, y al fin, solo les qal lo único que puedaen sus ojos parahacer es llorar.

He visto a muchos arruinando sus vidas en el dolor parasucumbir en el dolor, con vidas arruinadas por cosas que no valen la pena, y algunos sonincluso a personas que amo, entonc. Por es,o siempre tengo en mente lo que es realmente importante.

Esteo implica de saber que valencuánto valen (o reconocer el valor de) las cosas.

Es facíl saber queé vale un coche o una manzana.

Sin embargo, es mucho más difícil saber que valenapreciar el sentido de honor, una amistad o la felicidad, porque no hay ningún mercado para evaluar tales cosas.

Se evaluan usando el corazón, y de manera subjetiva, ya que la respuesta es propia a cada uno.

Entendemos a menudo el valor de las cosas solo qcuando nos faltan.

Es extraño, pero las circunstancias difíciles ayudan mucho a separar elo verdadero del lo falso.