Esta semana es el aniversario de la muerte de una amiga fall

Esta semana es el aniversario de la muerte de una amiga fallecida.

Ella era mi compañera de trabajo, un líder y mi inspiración. Ustedes no saben que empecé con mis estudios del español debido a ella, para distraerme de su ausencia que es tan profunda como un cuerpo sin alma. Su muerte pasó insípidamente y nos quedamos en choque. Pasé mucho tiempo torturando mi misma para repasar sus últimos días para recordar las señales como presagios de su desaparición. Tengo una imagen de nuestra última conversación estucada en mi mente como los restos quemados de una raya.

Las tormentas de nuestros seres queridos son tan escurridizas como un capa de invisibilidad. Tenía un anó más pero ella quedó perdida como una reliquia del tiempo que nunca cambiará. No pude entender el estadillo de soporte después de su muerte con las flores elegantes y los regalos inútiles que no sirvieron para disminuir su propia angustia. Más bien, es imperativo que podamos reconocer el sufrimiento que oculta debajo de la superficie de nuestras almas para aliviar lo que queremos olvidar. Liberaremos las cadenas de nuestras padecimientos cuando podemos admitirlos a nosotros mismos.

Es el delito de la sociedad que solamente puede reconocer aquellos que desaparezcan. Las transgresiones que han contribuido a la tragedia de una alma perdida demasiado pronto pasan no reconocidos por su audacia. Los cambios necesarios nunca aparecen. Los demás continúan sus vidas con sus egoísmos que les embelesan para que les quedan sordomudas al sufrimiento injusto. El ciclo repite hasta que la aleatoria nos despierta de nuestra trance y nos impulsa cambiar con la velocidad de un caracol. Aunque los cambios son superficiales que sirven para ocultar las aflicciones sociales que nos debilitan y nos hacen vulnerables al próximo látigo de la caprichosa naturaleza de la vida humana.

This week marks the anniversary of the death of a very dear friend. She was not only my coworker but also a leader and a constant source of inspiration. Few know that I started studying Spanish because of her, as a way to distract myself from the profound absence she left, an absence that feels as empty as a body without a soul.

Her death was abrupt and tasteless, leaving us in shock. I spent a long time torturing myself, replaying her last days in search of signs that foretold her departure. I have an image of our last conversation etched in my mind, like the charred remnants of a shooting star.

The storms in the lives of our loved ones are as elusive as an invisibility cloak. She had just one more year, but she left, becoming lost like a relic of time that will never change. I couldn't understand the outpouring of support after her death, with elegant flowers and useless gifts that did nothing to ease our anguish. It is imperative that we recognize the suffering that hides beneath the surface of our souls to alleviate what we want to forget.

We will free ourselves from the chains of our suffering when we can admit it to ourselves.

It is a crime of society that it can only recognize those who disappear. The transgressions that contributed to the tragedy of a soul lost too soon go unnoticed in their audacity. The necessary changes never come. Others continue their lives, blinded by their selfishness, deaf and mute to the unjust suffering. The cycle repeats until randomness wakes us from our trance and impels us to change at a snail's pace. Although these changes are superficial, they serve only to conceal the social afflictions that weaken us and make us vulnerable to the next lash of the capricious nature of human life.